lunes, 14 de abril de 2008

Pensando friamente

El agua helada le cubría su labio superior, mirando fijamente a aquel grifo. Sus ojos húmedos, sin tocar el agua, miraban espasmódicamente el horizonte blanco. Su cabeza trataba de concentrarse en seguir mandando impulsos nerviosos a sus músculos los cuales tiritaban y mantenían el calor de su cuerpo. Un calor que poco a poco se iba perdiendo. Dos opciones, una fácil y otra un poco más complicada, dos caminos y ninguno de ellos equivocado. Frases y letras en su cabeza, cada letra tiene razón y lógica por si misma, pero ningún sentido si se juntan en el espacio entre sus hemisferios cerebrales. Apatía decorada por una risa imposible de controlar.

El grifo sigue goteando y su orificios nasales empiezan a sentir la humedad del liquido elemento. Su cabeza no sabe si dejarse llevar y cerrar los ojos o alzar la mano ya congelada por el agua y cerrar la llave. Sus pulsaciones cada vez más rápida intentan llevar la sangre a todas sus células, que piden ayuda como un niño a su madre.

La vida es así, nadie la controla y nadie es nadie para saber que iba a suceder aquello que sucedió. Y ahora qué, levantar la mano, con un movimiento de rotación externa cortar aquel chorro helado, colocar sus dos manos sobre el frío mármol de la bañera y levantarse. Y así lo hizo, colocándose su albornoz sobre la espalda y creyendo entrar en calor. Pero que frío hace y ya no estás aquí.

1 comentario:

Juanma Moreno dijo...

Pero ya vendrá el calor de nuevo, bajo otra cara. Tenlo por seguro.